En su mensaje de despedida, pues en noviembre próximo concluirá su periodo al frente de la Universidad Nacional, Graue Wiechers destacó también la “notable y admirable” respuesta de la comunidad universitaria para organizarse y solidarizarse con las personas afectadas en situaciones de emergencia, como la pandemia y el terremoto de 2017.
Se refirió a las descalificaciones que se han dirigido hacia la Universidad y a su administración, las cuales “son resultado de la incomprensión de nuestra pluralidad y de nuestro compromiso con la verdad y el conocimiento”, y resaltó que “tal vez sea el ejercicio pleno de esa libertad, la que a veces incomoda, pero no por ello desviaremos nuestro actuar.
“En los tiempos que están por venir es posible que sigamos escuchando voces que quisieran moldear, a su manera, la forma en que la Universidad Nacional toma decisiones y se gobierna a sí misma”, por lo que instó a los universitarios a actuar en apego a la normatividad, a rechazar intereses ajenos y a continuar haciendo de esta Universidad ese crisol de conocimientos, de pluralidad ideológica y de libertad; una casa de tolerancia, de respeto a las diferencias y apegada a los principios y valores que rigen, con autonomía, nuestra vida interna”.
Y sobre la violencia contra las mujeres y la cultura patriarcal “que lacera a la sociedad y afecta a nuestra casa de estudios”, el rector dijo que tanto el Consejo Universitario, como la actual administración universitaria, han procurado diversas acciones para erradicarlas, y admitió que “aún falta un largo camino por recorrer”.
A continuación, el texto íntegro del mensaje:
Consejeras y consejeros universitarios:
El día de hoy fue la última ocasión en que tuve el inmenso privilegio de presidir una reunión del honorable Consejo Universitario.
Porque coordinar las sesiones,
• revisar escrupulosamente los asuntos que en ellas se ventilan,
• escuchar las presentaciones y argumentaciones,
• reconocer y apreciar las diferencias,
• llegar a acuerdos y avanzar en las misiones sustantivas de la Universidad es, en verdad, un gran privilegio.
El pleno del Consejo es el espacio en donde mejor se refleja la esencia de nuestra autonomía y la forma de gobierno compartido para encauzar el quehacer académico de la Universidad.
Este Consejo, como el que le precedió, son muestra de nuestra pluralidad y de la capacidad de alcanzar consensos y decisiones en los asuntos que se sujetan a su consideración.
Durante los casi ocho años que me ha tocado presidir el Consejo, creo que hemos avanzado significativamente.
En ese periodo, se aprobó la creación de:
• seis nuevas escuelas,
• dieciocho licenciaturas,
• una maestría,
• dos programas de doctorado, y
• veintitrés especializaciones.
Con ello hemos podido responder a la creciente demanda de educación superior, incrementando la matrícula estudiantil de —346,000 en el 2016— a aproximadamente 380,000 alumnos para el ciclo educativo actual.
Casi 34,000 alumnos más en ocho años, sin un incremento real, —o sustancial—, del subsidio federal.
En estos años, los plenos del Consejo Universitario, aprobaron, entre otras cosas, la transformación de dos centros de investigación a institutos y la creación de un nuevo centro.
Y se ha procurado mantener actualizada nuestra normatividad, con nuevos reglamentos o actualizaciones que se han traducido en más de treinta modificaciones a la legislación universitaria.
Destacan, por su importancia, las modificaciones reglamentarias para combatir la violencia de género, la nueva estructura del Tribunal Universitario y la extensión de las funciones de lo que hoy es la Defensoría de Derechos Universitarios, Igualdad y Atención de la Violencia de Género.
Es el conjunto de acciones, las de este Consejo y las de la dedicación de toda la comunidad académica, lo que ha permitido que, de 2016 a la fecha, hayamos escalado en el ranking internacional de universidades del lugar 160 al 93 este año, situándonos entre las 100 mejores universidades del mundo.
Y debiésemos estar mucho mejor si estas calificadoras tomasen en cuenta el papel que juega la UNAM en la movilidad social de nuestra nación, en donde 8 de cada 10 de nuestros estudiantes pertenecen a familias cuyo ingreso mensual es menor de cuatro salarios mínimos.
Me han tocado vivir, en estos dos periodos, momentos difíciles.
Pero la historia de la UNAM nunca ha sido sencilla ni carente de obstáculos y desafíos, y su gran comunidad siempre los ha sabido superar.
En este entorno nacional de impunidad e inseguridad, hemos enfrentado la violencia con los instrumentos de contención con que contamos y con la firme convicción de que la violencia no puede ser contrarrestada con más violencia.
Y queda, por supuesto, mucho más por hacer.
Mi reconocimiento a la SPASU por la prudencia con la que han llevado a cabo estas acciones.
En años recientes, las mujeres universitarias han denunciado la cultura patriarcal que lacera a la sociedad y afecta a nuestra casa de estudios y han alzado con firmeza su voz ante las distintas formas de violencia ejercidas contra ellas y hacia las variadas manifestaciones de la diversidad sexual.
Este Consejo y esta administración, han implementado acciones para eliminar estas lacras sociales y aún falta un largo camino por recorrer.
Hemos también enfrentado terremotos que sacudieron nuestras instalaciones con daños menores en algunas de ellas, mientras que la Ciudad de México y algunos estados sufrían estragos que dejaron a muchas familias sin hogar y fuentes de trabajo.
La recuperación y participación de la Universidad ante estos eventos fue notable como admirable fue la respuesta de nuestra comunidad para organizarse y solidarizarse con las y los damnificados.
Y, hace apenas tres años, enfrentamos la mortal pandemia en donde una de cada casi 200 personas mexicanas perdieran la vida, y que demostró, una vez más, la gran brecha de desigualdad que existe en nuestra nación y que, por supuesto, afecta también a nuestra comunidad.
Con la finalidad de paliar sus efectos, este Consejo y la administración central tomaron medidas emergentes para continuar nuestras labores académicas, de investigación y de extensión cultural:
• Se trasladó, en el término de una semana, toda nuestra actividad a distancia, y
• Tanto los estudiantes, como el personal académico y administrativo adoptaron esta modalidad desde sus diferentes tareas y responsabilidades.
Mi reconocimiento a su capacidad de adaptación y en particular al estudiantado, quienes, con grandes dificultades de conectividad, encararon con voluntad y determinación este desafío que procuramos subsanar con becas y equipos tecnológicos, para apoyarles a continuar su trayectoria escolar.
En el 2020, la pandemia nos tomó a medio camino en la actualización tecnológica de conectividad, hoy, ya todos los planteles escolares cuentan con ella.
En tiempos más recientes, hemos escuchado descalificaciones hacia la Universidad y a su administración, resultado de la incomprensión de nuestra pluralidad y de nuestro compromiso con la verdad y el conocimiento.
Porque eso es lo que caracteriza a la Universidad de la Nación:
• Una casa que acumula, procesa y transmite saberes;
• que rechaza hegemonías ideológicas y promueve la pluralidad;
• que considera ofensivo el engaño y la falta de honorabilidad;
• y que está decidida a crecer en libertad.
Y tal vez sea el ejercicio pleno de esa libertad lo que a veces incomoda, pero no por ello desviaremos nuestro actuar.
En los tiempos que están por venir, es posible que sigamos escuchando voces que quisieran moldear a su manera la forma en que la Universidad Nacional toma sus decisiones y se gobierna a sí misma.
Ante el relevo en la Rectoría, les invito a actuar en apego a nuestra normatividad;
• a rechazar intereses ajenos y ánimos desestabilizadores
• a continuar haciendo de esta Universidad ese crisol de conocimientos, de pluralidad ideológica y de libertad;
A seguir siendo una casa de tolerancia, de respeto a las diferencias y apegada a los principios y valores que rigen —con autonomía— la vida de la Universidad.
En este Consejo, el Rector es un primus interpares, yo les agradezco el trato diferenciado y respetuoso que han tenido hacia mi persona.
Muchas gracias por ello.
Tengan la seguridad de que he servido a esta Universidad con estricto apego a nuestra legislación y a mis convicciones. Y lo seguiré haciendo con todo ánimo y aliento hasta el último día de mi Rectorado.