Por Felipe Vega, director general y fundador de CECANI Latinoamérica, empresa de capacitación para ONGs y otras figuras no lucrativas
Cuando un jarrón se hace añicos, se tira o se pegan minuciosamente las piezas. Cuando posee distintas fisuras la decisión no es tan tajante ni simple: se analiza si se rompe de una buena vez o se mantiene como está, con un riego latente y la inquietud que la inacción sobre esto conlleva.
Lo mismo ocurre con la falta de compromiso en las organizaciones: son líneas finas que amenazan con desplomar todo. Es un desafío importante, con un costo de más de ocho billones de dólares en todo el mundo.
De manera simultánea, la Generación Z destaca por su renuncia silenciosa y se impone como pionera para establecer límites laborales. Es una fuerte tendencia que trata de paliar la actual falta de compromiso en el trabajo.
Actualmente, la caída en los niveles de compromiso de los empleados en todo el mundo es el “mayor desafío” al que se enfrentan las empresas y los empleados que no están comprometidos. Incluso, cuestan a sus empresas el equivalente al 18% de su salario anual.
Las cifras son muy reveladoras: Aproximadamente tres de cada 10 empleados están activamente comprometidos. Los otros son neutrales y se irían a otro trabajo que pague más. Y luego hay alrededor del 17% que está desvinculado.
¿Cuáles son los empleados que muestran un menor arraigo y compromiso en el trabajo?
Entre los millennials y la generación Z se encuentra la mayor caída en el compromiso con descensos del 39% y 40%, respectivamente. Al mismo tiempo, el porcentaje de millennials activamente desconectados aumentó del 12% al 17%, mientras que para los Z se incrementó del 13% al 14% sólo en el último año.
Pero la falta de compromiso no es el problema en si. Sólo evidencia la falta de confianza ante los despidos inesperados, el cese inmediato de trabajo, carencia de inversiones en desarrollo y nulas oportunidades. Todo esto conlleva a conductas individualistas en las que sólo priva el beneficio. Se desdeña aportar a una causa “ajena”, que obedece a metas trazadas por otros.
Aparece entonces el desarraigo, falta de compromiso y desvinculación corporativa.
Las generaciones mayores ven esto como signos de inestabilidad y poca confianza en los jóvenes, pero al unísono, los miembros de la Generación Z observan su tiempo libre y su decisión como maneras de desarrollar habilidades y comprender lo que quieren.
Ahora, muchos empleadores olvidan aquello que preocupan a la Generación Z, como la sostenibilidad, diversidad y apoyo a la salud mental. Les parecen temas intrascendentes que segregan de la agenda pública.
Sin embargo, existe una correlación entre el compromiso y el aumento de factores que se consideran esenciales en cada colaborador.
Es decir, en la medida que los factores importantes para un grupo etario se consideren esenciales en la cultura corporativa, existirán mayores tasas de compenetración. A la inversa, desestimarlas en abonar a la gran renuncia silenciosa.
El punto de partida es simple: interactuar con los empleados y hacerlos sentirse valorados. Es la primera acción para preservar al jarrón.