PULSO
Eduardo Meraz
Cada vez más, el subsecretario de Salud nos confirma que no sirve para lo que debería servir, pues hubo de hacer referencia al dinamismo mostrado por el Covid-19, después de que la UNAM alertará de esa situación y en Estados Unidos se registrara un incremento de contagios de 12 por ciento en la última semana.
No sólo eso, quiso limpiar el desapego a su labor, circunscribiendo las recomendaciones de las autoridades universitarias de volver a utilizar el cubrebocas a los campus de estudio y no hacer un llamado a la población en general para seguir tales indicaciones.
Y siguiéndole la corriente, el presidente totalmente palaciego respaldó la postura de Hugo López Gatell y, además, aventuró que su gobierno tendrá las vacunas necesarias para combatir al virus, aunque no se atrevió mencionar alguna marca de antígeno y nuevamente pronosticó que “probablemente” ya estará disponible la vacuna “Patria”.
Si bien afirmó contar con vacunas de todas las farmacéuticas, dejó entrever que cuando se lleve a cabo una nueva etapa de vacunación, se aplicará preferentemente “Abdala” y se lanzó contra quienes -desde el conservadurismo, según él- se oponen a la aplicación de la cubana.
Luego de calificar de elementales las críticas a su política de salud, sostuvo que en política “se puede hacer todo menos el ridículo”, es de burla, por lo que aseguró reírse y gozar con tales cuestionamientos.
Los detentes, las estampitas, las limpias, los remedios caseros y la fuerza moral de nada sirvieron para impedir contagiarse tres veces tres al mandatario sin palabra y una al mal llamado zar anticovid. La realidad y no los dichos exhibieron lo ridículo de sus aseveraciones.
Pero como es una realidad que en esta ocasión gobiernos extranjeros no le regalarán vacunas, como hace tres años durante la emergencia, aceptó que los antígenos se puedan adquirir en establecimientos privados, pues es evidente la falta de recursos públicos para adquirir las vacunas necesarias.
El comportamiento “buena ondita” del mandatario y el subsecretario Gatell, con el cual pretenden una vez más minimizar el impacto del Covid, parece una ofensa grotesca para las familias de los 800 mil fallecidos durante la epidemia del coronavirus.
Lo verdaderamente irrisorio fue el cálculo de la cifra catastrófica de 60 mil muertos, confirmando que no sirven para lo que deberían de servir. No en balde, el poder judicial acaba de dejar sin efecto la cancelación de 35 normas oficiales, con lo cual se buscan “nuevos ahorros”, a costa de la salud de los mexicanos.
También patética es la declaración de ambos sobre el carácter “golpista” de los padres de los niños enfermos de cáncer que, luego de cuatro años, siguen padeciendo para contar con los medicamentos indispensables.
Lo peor del caso, es que no es únicamente en el ámbito de la salud donde los actos fallidos son una constante; prácticamente permea en todas las áreas de la administración pública y no pueden ser motivo de risa.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Los libros de texto de educación básica estarían por confirmar que el sistema educativo nacional se encamina a convertirse en un desastre similar al de salud.
@Edumermo